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La carta que nunca llegó

Tenía 14 años cuando su padre se fue. Dijo que era un viaje corto, que volvería con regalos. Pero no volvió. Ni ese mes. Ni ese año. Ni nunca. Durante mucho tiempo, ella le escribió cartas. Una por cada fecha especial: su cumpleaños, Navidad, el primer día de clases. Las guardaba en una caja azul debajo de su cama, porque no tenía a dónde enviarlas. Le contaba cómo había crecido, lo mucho que lo necesitaba, y también lo que había aprendido a hacer sin él. Cuando cumplió 30, encontró la caja. No la había abierto en años. Leyó cada carta como si se las estuviera leyendo a una niña que ya no existía. Y entonces escribió una última: “No sé si algún día la leas, pero si alguna vez te preguntaste si me afectó tu ausencia… la respuesta es sí. Pero también aprendí a vivir sin ti. Y eso, papá, también es una forma de amor.” Luego quemó todas las cartas. No por odio. Sino por cierre. Porque hay ausencias que no se llenan, pero sí se aceptan.

“La camisa del abuelo”

Una  mujer  me  contó  una  vez  que  tenía  una  camisa  vieja. No  era  de  marca,  ni  elegante,  ni  particularmente  bonita. Pero  era  de  su  abuelo. Él  la  usaba  para  todo.  Para  trabajar  en  la  tierra,  para  arreglar  cosas,  para  dormirse  en  la  hamaca. La  tela  ya  estaba  gastada.  El  cuello  deshilachado. Tenía  manchas  de  pintura  y  de  café. El  día  que  él  murió,  ella  se  la  puso. No  como  homenaje. Ni  como  símbolo. Sino  porque  todavía  olía  a  él . Dijo  que  durante  semanas  no  la  lavó. Que  cada  noche,  antes  de  dormir,  se  la  ...

La muerte no perdona

 “Una vez, alguien me dijo que llevaba años odiando a su padre, porque cuando era niño, él lo abandonó. Que por mucho tiempo juró que si algún día lo encontraba, no lo perdonaría. Ni un poco. Pasaron más de veinte años. Una noche, lo encontró por azar en una clínica, solo, envejecido, enfermo… Y en lugar de venganza, le nació una pregunta: ‘¿Qué gané yo odiándolo todo este tiempo?’ Se sentó a su lado y lo acompañó hasta que murió, sin grandes palabras, sin explicaciones, solo dejando que el tiempo pasara, como si eso fuera perdón suficiente.” Me dijo...

Las marcas del encendedor

Estaba hablando con un amigo y me contó que la noche anterior le había pasado algo, una especie de Epifanía, me dijo: “Tenía en la mano un cigarrillo como cualquier otro. Pero el encendedor… ese no era como los demás. Tenía marcas. Rayones. Cicatrices, podría decirse. Y me quedé mirándolas un rato, como si me estuviera hablando. Pensé: este encendedor no se pudo haber hecho esas heridas solo. Alguien más se las hizo. Ahí está la diferencia entre él y yo. Porque yo sí me hice muchas de las mías. Y también se las hice a ella. Pero tal vez ahí esté la verdadera similitud: las marcas no nos hacen iguales, nos hacen únicos. Encendí el cigarrillo, y con él una pregunta que me persigue desde hace años. ¿Por qué no puedo dejar de pensarla? Ya no la lloro. Ya no me duele como antes. Pero sigo despertando con su nombre callado entre los dientes. Sigo cargando su recuerdo, no como una carga, sino como un eco que no se va. Y lo entiendo. O mejor dicho… no necesito entenderlo. Porque aunque no lo e...

Amor o locura

  “ Una  vez  alguien  me  confesó  que  estaba  enamorado  de  una  persona  que  nunca  lo  había  mirado. No  en  la  escuela,  no  en  la  calle,  no  en  ningún  rincón  real. Lo  conocía  solo  por  redes. Nunca  hablaron.  Nunca  intercambiaron  nada  más  que ‘ vistas’  en  historias. Pero  me  dijo  que  cuando  esa  persona  subía  una  foto, él  reorganizaba  su  día  solo  para  verla  tranquilo. Que  le  hablaba  mentalmente,  como  si  ella  lo  escuchara  desde  el  otro  lado  del  cristal. Que  una  vez  ella  escribió  algo  triste  en  una  historia,  y  él  lloró...
  Sabes…  una  vez  alguien  me  contó  algo  que  se  me  quedó  grabado,  como  si  se  lo  hubiera  susurrado  al  universo  esperando  que  alguien  lo  entendiera. Me  dijo: “ Una  vez  lloré  frente  a  una  persona  que  amaba  profundamente,  y  ella    no  hizo  nada.  No  me  abrazó,  no  me  preguntó  por  qué  lloraba,  solo    siguió  viendo  su  celular.  Y  yo…  me  limpié  las  lágrimas.        disimuladamente,  como  si  estuviera  bien.  Como  si  yo  mismo  no  me    estuviera  rompiendo  frente  a  ella.” Me  dijo  que  desde  ese  momento...

📜 Manifiesto por las pequeñas memorias

  No  todo  lo  que  no  se  escribe  se  olvida. Hay  memorias  que  no  entran  en  los  libros, porque  no  tienen  fecha,  ni  prócer,  ni  guerra. Pero  están  vivas. Están  en  una  risa  que  nadie  escuchó, en  un  suspiro  que  nadie  nombró, en  un “ te  quiero”  que  nunca  se  dijo, pero  se  pensó  tan  fuerte  que  todavía  vibra  en  el  aire. Este  no  es  un  manifiesto  para  los  héroes. Es  para  quien  barrió  la  misma  acera  por  veinte  años, para  quien  preparó  café  sin  que  se  lo  agradecieran, para  quien  guardó  cartas  que  nunca  envió. Yo  so...